Podemos pagar a otros
para que limpien nuestra casa, nos hagan la declaración de la renta, nos
enseñen inglés o nos operen. Podemos permitirnos un buen masaje, incluso sexo o
un viaje psicodélico con drogas para conseguir un atisbo de ese éxtasis que se nos
antoja resbaladizo en la vida diaria.
Podemos conspirar y manipular para
prosperar en la empresa y acceder a puestos de poder con el fin de que nos
obedezcan. Pero nadie puede hacernos felices, porque ese es un estado que ni se
compra ni se alcanza a través de los demás.
Lo que en este libro
se propugna es sencillo, aunque no fácil. En una cultura que celebra la
velocidad y la gratificación instantánea, Mónica Esgueva propone un camino
diferente, casi revolucionario: debemos olvidarnos de los atajos y hacernos
responsables de nosotros mismos. Tenemos que crecer, dedicarnos tiempo,
esfuerzo e incluso cierta disciplina. Sólo así alcanzaremos la verdadera
felicidad.
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