Se fue Marcos Ana y en la boca nos queda el agridulce sabor de la visita de un familiar que hacía tiempo no veíamos y que no sabemos si veremos de nuevo. Su pasada complexión ha dado paso a una ligera curvatura que se mece apaciblemente ante la gente que se acerca a saludarle. Su pausado andar no habla de la energía que aún le acompaña a sus 88 años. Basta que comience a hablar de sus pasiones e ideales para que su queda voz resuene en los oídos de quienes, según él, deben aprender a vivir en tolerancia y solidaridad.
La prensa que le conoció se rindió a sus pies, lo mismo hicieron los venezolanos que tuvieron la oportunidad de entrar en contacto con su voz, con su historia, con su mensaje. “Decidme cómo es un árbol” es un canto a la vida, una novela “basada en hechos reales” con un final feliz sostenido.
Ocho días estuvo su apacible mirada posada sobre nosotros intentando hacernos cómplices de un apasionado verbo que busca arropar al mundo y susurrarle que la libertad es una tarea colectiva que no puede dejarse en manos de otros.
Desde su calidez y calidad humana, negada a transparentar cualquier vestigio de la vida marcada por dos sentencias de muerte y 23 años de prisión, llama a los jóvenes a conocer su “libro de esperanza” y a luchar por los ideales que deben ayudar a construir un mundo donde reine la igualdad, la unión y la paz.
Te seguimos, Marcos Ana, te reconocemos luz entre la sombra de la disputa ideológica y deseamos más vida a tu ya plena existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario