Muchos adultos han heredado de su
infancia problemática un futuro incierto. Sin embargo, afirma el autor, en la
mayoría de los casos estas personas son seres humanos dotados de "una
fuerza especial, una profunda sabiduría interior y una extraordinaria
creatividad y percepción". Wayne Muller ha trabajado durante los últimos
veinte años, en calidad de terapeuta y pastor, con hombres y mujeres que aún
conservaban las secuelas de una infancia difícil. Inevitablemente, ese
sufrimiento que obligaba al niño a encerrarse en sí mismo, a huir del mundo y a
negarse a las emociones sigue generando conflictos. Así, permanecen las
sensaciones de carencia, de que nunca se dispondrá de suficiente amor y de que
no es posible ser feliz.
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